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Y a pesar de todo

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No era guapa, era valiente. Siempre se le enredaba su sonrisa de vértigo en el alma, con la vida ya acumulada en las arrugas de la felicidad. Y amaba, siempre. Amaba aun sabiendo que no es eterno, sabiendo que no todo el mundo está preparado para salvar un corazón, sabiendo que no todos los silencios dicen lo mismo, sabiendo que hay gente que no vive todos los días, sabiendo lo sencillo que es complicarlo todo, sabiendo que está sola porque es única, sabiendo que tener esperanza es de valiente, sabiendo que los regalos son besos envueltos en el tiempo, sabiendo que somos de quien nos acordamos cuando llueve, sabiendo que el corazón no perdona lo que si pudo la razón, sabiendo que estos sueños son largas despedidas de ti. Y, a pesar de saber todo esto, nos amamos como nunca, y perdimos, como siempre.

Dos balazos

No necesito que quedemos detrás de las esquinas de la esperanza, ni cartas por recibir. No necesito que los perdones se apiaden de este corazón tan delirante como melancólico. No necesito morir para saber lo que es dejar de vivir, que lata el corazón por sí mismo y no por ti. Yo no necesito eso. Yo solo necesito dos balazos. El primero para olvidar. Para olvidar que nos jodíamos con buenas intenciones. Para olvidar que ya solo queda un punto y final. Para olvidar que llorabas cuando no podías levantarte. Para olvidar las poesías que nos escribíamos en el alma y nos robaba la memoria. Para olvidar que aunque si yo te olvido, tú no te olvidarías de mi. Para olvidar que la razón nos robó el corazón. Para olvidar que perdimos todos los trenes y que nunca encontramos las estaciones. Para olvidar que a tener el alma rota se acostumbra uno. Para olvidar todos los caminos de rosas que nos llevaban hasta el otro. Para olvidar que no volveremos a pisar los charcos de la desesperanza. Para o

No eras para tanto

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Uno sabe desde que se enamora por primera vez que a tener el corazón roto se acostumbra uno. A pesar de que al nacer las mujeres saben del amor algo que los hombres nos cuesta toda una vida aprender. Con las cicatrices consolidadas, con la verdad escondida entre las sábanas, ahora que solo me quedan espaldas sin cremallera, cuando me suspende la vida en la asignatura del amar, esperando a que la penuria nos convierta en invencibles; el corazón, que no cabrá en la tumba, reconoce al fin, que no era(s) para tanto: No era para tanto ser feliz, y ser uno mismo. No era para tanto que perdiéramos la realidad entre el lienzo de nuestra cama. No era para tanto que me rompieras a primera vista. No era para tanto ser tu único defecto. No era para tanto que contigo siempre fuera primavera. No era para tanto cerrar las heridas en un abrazo. No era para tanto que mañana fuera tarde para nosotros. No era para tanto que a ojos tristes, abrazos grandes. No era para tanto quererte ant

Sueños de saldo y esquina

Una mañana, con los sueños fusilados por la realidad, uno comprueba que son tan puros como baratos. Puros por el simple hecho de que los sueños nos escogen a nosotros, y no a la inversa. Baratos, sin embargo, porque somos capaces de venderlos al peor postor, a un beso robado, a una sonrisa partida por la mitad. Esta puñetera verdad, la que nos convierte en mercaderes de sueños propios y ajenos, nos hace olvidar que, al fin y al cabo, somos los sueños que nunca cumplimos, y también, los que robamos.  Porque, con esta vida que se vive y se desvive una sola vez, no merece la pena ir desterrando nuestros anhelos al lejano país del olvido que no debe tener ni amparo ni abandono. Secuestrar nuestros sueños no tiene ni pena ni condena.  Soñar es querer poseer la realidad que nunca poseímos. En cambio, la realidad son los sueños desgastados por la tristeza de no haberlos cumplidos. Y a pesar de ello, de que lo real dispara y para con lo preestablecido, con lo cruel y ruin que es, nos pe